Desde el punto de vista económico, la educación puede considerarse como una inversión en los conocimientos y habilidades de la población. La educación proporciona a las personas habilidades que las hacen más productivas en el trabajo. También proporciona conocimientos y habilidades que permiten a las personas desarrollar y aplicar nuevas ideas, lo que a su vez conduce a la innovación y al progreso tecnológico.
En la medida en que las competencias, los conocimientos y las habilidades aumentan la productividad de los individuos, las personas mejor formadas tendrán mayores ingresos y se verán menos afectadas por el desempleo. A nivel de la economía en su conjunto, la educación puede promover el crecimiento económico a largo plazo al aumentar la productividad económica.
Educación y prosperidad macroeconómica
Investigaciones recientes demuestran que el rendimiento educativo de la población, medido, por ejemplo, en forma de competencias en las pruebas internacionales de los estudiantes, es de hecho el determinante más importante del crecimiento económico a largo plazo (Hanushek y Wößmann 2008, 2015).
Para investigar esto, combinamos los resultados de las encuestas internacionales sobre el rendimiento escolar en matemáticas y ciencias realizadas en muchos países del mundo desde mediados de la década de 1960 -los precursores de PISA, por así decirlo- en una sola medida para reflejar el rendimiento escolar medio de las poblaciones de estos países. A continuación, calculamos cómo afecta el rendimiento medio de estos estudiantes al crecimiento económico de estos países.
Para los 50 países de los que se dispone de datos económicos comparables a nivel internacional, además del rendimiento de los alumnos, surge el panorama que se muestra en la figura: cuanto mejor es el rendimiento en las pruebas PISA anteriores, mayor es el crecimiento del producto interior bruto per cápita desde 1960. La clara correlación es sorprendente: la economía ha crecido rápidamente en los países con altos niveles de educación, mientras que los países con bajos niveles de educación apenas lo han notado.

Mientras que Singapur (GSP), uno de los países con mejores resultados en materia de educación, creció a un ritmo medio superior al 6% anual, Perú (PER), uno de los países con peores resultados en materia de educación, creció menos del 1%. En otras palabras, los habitantes de Perú son de media sólo la mitad de ricos en el año 2000 que en 1960; en comparación, los habitantes de Singapur son más de trece veces más ricos que en 1960.
La mayoría de las diferencias internacionales en el crecimiento económico a largo plazo pueden explicarse mediante un modelo tan sencillo, que sólo tiene en cuenta el nivel inicial del producto interior bruto per cápita, además del nivel educativo. El efecto del nivel educativo sobre el crecimiento económico es extremadamente fuerte y persiste incluso después de añadir otros factores importantes para el crecimiento económico, como la apertura al comercio internacional, la seguridad de la tenencia, la ubicación en los trópicos, la fertilidad o el capital.
La educación a través de los años.
Además, el número total de años de educación se vuelve irrelevante cuando se incluyen los resultados educativos en el modelo de crecimiento. En otras palabras, la educación tiene un efecto económico sólo en la medida en que mejora realmente las competencias. No basta con ir a la escuela o a la universidad; lo que se aprende importa.
En principio, la relación también podría ser inversa: los países con un fuerte crecimiento económico podrían equipar mejor sus escuelas y, por tanto, alcanzar mayores niveles de educación. En tercer lugar, factores no contabilizados, como las diferencias culturales o las condiciones económicas que mejoran tanto el crecimiento económico como los resultados educativos, podrían ser responsables de esta relación. Sin embargo, la investigación actual muestra de forma impresionante que los vínculos tienen un efecto causal sobre el mayor nivel educativo (véase Hanushek y Wößmann 2015 para más detalles).
Además, resulta que tanto una buena base educativa entre la población como el correspondiente alto rendimiento tienen un impacto significativo en el crecimiento económico. En este sentido, la educación en general y el alto rendimiento nunca deben compararse: ambos son importantes. Un buen nivel de educación, tanto por su alcance como por su nivel, es la base del crecimiento a largo plazo y, por tanto, del bienestar económico de la sociedad.

Por otro lado, esto significa que un nivel inadecuado de educación le cuesta caro a la sociedad. Los cálculos basados en la correlación entre el nivel educativo y el crecimiento económico que se muestra en la figura muestran que a largo plazo (a lo largo de la vida de un niño nacido hoy) se podrían generar más de 13 billones de euros de producto interior bruto adicional. si el nivel de educación alcanzara el de los líderes europeos, países PISA como Finlandia se beneficiarían. Los costes de una educación deficiente en términos de pérdida de crecimiento económico son enormes.
Esto se aplica tanto a las economías en desarrollo como a las desarrolladas. Por ejemplo, el crecimiento económico excepcionalmente débil de América Latina en el último medio siglo se ha atribuido estadísticamente en gran medida a la inadecuada calidad de los sistemas educativos. Muchos países latinoamericanos tienen una media muy buena duración de la educación en una población determinada.
Sin embargo, en las pruebas comparativas internacionales de competencias reales adquiridas, los países latinoamericanos, al igual que los del África subsahariana, obtienen resultados muy pobres. Desde un punto de vista estadístico, esto explica plenamente sus bajas tasas de crecimiento a largo plazo desde 1960.
Educación y prosperidad individual
Una mejor educación es rentable no sólo para la sociedad en su conjunto, sino también para cada individuo. Desde un punto de vista individual, cuanto mayor sea el nivel de educación, menor será el riesgo de desempleo y mayores los ingresos del trabajo.
En Alemania, la tasa de desempleo se sitúa en torno al 2% para las personas con estudios superiores, alrededor del 5% para las que han completado una formación profesional y en torno al 20% para las que no tienen cualificación profesional. Una buena formación es la mejor salvaguarda contra el desempleo, que en la Alemania actual afecta sobre todo a las personas poco cualificadas.
E incluso en el caso de los que tienen un empleo, los ingresos medios de los que tienen estudios superiores son un 70% más altos que los de los que tienen formación profesional y aproximadamente el doble que los de los que no tienen formación profesional. En general, los ingresos medios en el mercado laboral aumentan con el nivel de estudios alcanzado.
En general, los estudios empíricos sobre el mercado laboral muestran que los ingresos posteriores aumentan entre un 7 y un 10% con cada año adicional de educación, según el estudio. Esta correlación positiva entre la educación y el éxito en el mercado laboral es probablemente una de las conclusiones más sólidas de la investigación económica empírica (Card 1999; Heckman et al. 2006).
Los pocos estudios que pueden mostrar una correlación directa entre las competencias y el éxito en el mercado laboral, además del número de años de educación, también muestran que las competencias realmente adquiridas importan mucho. Por ejemplo, la encuesta PIAAC, la llamada encuesta PISA para adultos, mide las competencias matemáticas cotidianas de los adultos en cinco niveles. Muestra que en este país, cada nivel más alto de rendimiento supone un ingreso medio adicional de casi una cuarta parte, es decir, más de 650 euros al mes y nivel (Hanushek et al. 2015).
Como demuestran claramente los grandes efectos de crecimiento macroeconómico asociados a la mejora de la educación, la mejora de la educación de una persona no se produce a expensas de las oportunidades económicas de otra. La idea de que una buena educación no tiene sentido si todo el mundo la tiene es completamente errónea. Se basa en la falsa idea de un pastel económico fijo a repartir. Por el contrario, los efectos del crecimiento muestran que toda la economía se beneficia de una mejor educación para todos.
Los hechos demuestran que el pastel se hace más grande cuando todos alcanzan niveles de cualificación más altos. No sólo hay más para todos los que están mejor educados, sino que también hay más a disposición de, por ejemplo, los sistemas de seguridad social, ya que los ingresos fiscales aumentan y el número de personas necesitadas disminuye. En conclusión, dado que la economía moderna se basa principalmente en las competencias de la población, la educación es un factor clave para el desarrollo futuro de nuestra prosperidad.
Puntos de partida de la política educativa
Dado que la educación de calidad desempeña un papel fundamental en el bienestar económico, se plantea la cuestión de cómo las políticas pueden mejorar eficazmente los resultados educativos de la sociedad. La primera conclusión de la investigación es aleccionadora: una amplia bibliografía concluye casi unánimemente que la reducción del tamaño de las clases y otros gastos adicionales por sí solos apenas mejoran el rendimiento de los estudiantes en un marco institucional determinado (Hanushek 2003; Hanushek y Wößmann 2011).
En las comparaciones internacionales, no hay correlación entre los niveles de gasto y los resultados medidos de los estudiantes: Los mejores países no gastan sistemáticamente más. Finlandia, por ejemplo, no gasta más por alumno que España o Italia, pero obtiene resultados mucho mejores en las comparaciones de rendimiento.
Una de ellas es la distribución de los recursos entre los distintos niveles de enseñanza, desde la educación preescolar hasta la de adultos. De la financiación de la educación se desprende una imagen estilizada del ciclo vital: el rendimiento económico de la inversión en educación, por ejemplo en forma de futuros ingresos laborales, tiende a disminuir con la edad (Cunha et al. 2006). La razón principal es que la educación es un proceso dinámico en el que las habilidades adquiridas en una fase temprana facilitan el aprendizaje posterior.
Los mayores rendimientos de la inversión pública se producen en el ámbito de la educación preescolar para los niños procedentes de entornos socialmente desfavorecidos, porque es allí donde no se puede suponer automáticamente que los niños encontrarán un entorno educativo en casa (Heckman 2006, 2008).
En comparación internacional, el gasto público en educación por niño en Alemania es actualmente relativamente bajo para la educación infantil y primaria, pero relativamente alto para la educación superior. Por lo tanto, trasladar el gasto público de las etapas tardías a las tempranas del ciclo educativo podría hacer que la financiación de la educación fuera más eficiente y equitativa, ya que los niños de entornos socialmente desfavorecidos, en particular, podrían beneficiarse de la inversión temprana.
No hay que olvidar que en este país los padres tienen que financiar gran parte de la educación de sus hijos pequeños mediante las tasas de guardería y preescolar, mientras que el Estado financia la educación superior gratuita, que beneficia principalmente a los hijos de las familias más acomodadas.
Por otra parte, el mejor uso de los recursos depende de las condiciones del marco institucional del sistema educativo. Esto debería incentivar a todas las partes interesadas para que sus esfuerzos por mejorar los resultados educativos valgan la pena.
Nuestros análisis de las comparaciones internacionales de estudiantes muestran que hay tres factores institucionales especialmente importantes: las evaluaciones externas de lo que los estudiantes realmente logran en las instituciones educativas, la mayor independencia de las escuelas y los profesores («autonomía escolar») y la mayor competencia entre las escuelas (Hanushek y Wößmann 2011). No hay consenso en la investigación educativa sobre si los resultados de la educación pueden mejorarse de forma sostenible con las medidas adecuadas y en qué condiciones.
Sin embargo, desde la perspectiva de la economía de la educación, el impacto positivo de estos factores puede estar bien justificado: Las pruebas externas de rendimiento hacen visibles los resultados educativos; proporcionan información sobre el grado de consecución de los resultados de aprendizaje esperados (competencias) en un centro escolar y, por tanto, orientan a los agentes sobre el terreno, como los administradores escolares y los profesores. También garantizan que los resultados de los esfuerzos de aprendizaje de los alumnos sean visibles para los demás y puedan dar sus frutos más adelante.
Si las competencias que hay que alcanzar se prescriben y controlan externamente en forma de estándares de aprendizaje, se puede dejar que sean los propios centros y profesores los que decidan qué materiales y métodos de enseñanza utilizar para alcanzar los estándares de aprendizaje. Al fin y al cabo, las escuelas suelen ser las que mejor conocen lo que funciona a nivel local y lo que no.
Cuando los padres tengan por fin una mayor oferta de colegios, podrán elegir el que consideren mejor para sus hijos, y los malos colegios perderán a sus alumnos. Esto crea una competencia entre las escuelas por los mejores conceptos educativos de la que se puede beneficiar todo el sistema.
Con todo, una buena educación es el factor central para la prosperidad individual y social. El crecimiento económico, el empleo, los ingresos satisfactorios y la prevención de la pobreza – y por tanto la viabilidad financiera de los sistemas de seguridad social y los logros de la economía social de mercado – se mantienen y disminuyen con los conocimientos y las habilidades de la población. Por tanto, ignorar la dimensión económica de la educación pondría en peligro la prosperidad de las generaciones futuras. Por eso, una política educativa que garantice que todas las personas puedan lograr las mejores competencias posibles es la mejor política social y económica.
Referencias.
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